Pasión febril

Imagen(*): jayMantri Maldoror nota que la sangre hierve en la cabeza de su joven interlocutor... Le palpa el pulso: las pulsaciones están aceleradas. La fiebre domina su cuerpo frágil. Lautréamont Lo vi venir como a la muerte, sin pedir turno, un lunes por la tarde. El martes ya se metió en mi cama y se dejó sentir, con sus gélidas manos, al inconsciente estímulo de mi cuello. El miércoles —ya se sabe— comimos en privado algo ligero, sin muchas pretensiones, con la alcoba en penumbra caliente como el vino, más de cuarenta grados a la sombra. El jueves —ese sí fue un día grande— amanecí mojada por la fiebre, —ardor de piel bajo los cobertores—, mi cuerpo incandescente a dentelladas. El viernes… ya había perdido la noción del tiempo. Ángel caído sin aliento ni alivio no daba crédito al ardor de su envite. El sábado, mi familia empezó a echarme en falta. A sabiendas de que no estaba sola — tal vez por esa causa — llamaron por teléfo...