Semanario de urgencias
Tiburón y el animal más fiero (segundas consideraciones anticlímax) Las mandíbulas se cerraron de golpe alrededor de su torso, aplastando huesos, carne y órganos y convirtiéndolos en gelatina. El pez, con el cuerpo de la mujer en su boca, cayó de nuevo al agua con un atronador chapoteo, salpicando espuma, sangre y fosforescencia en una lluvia multicolor. Bajo la superficie, el pez agitó su cabeza de un lado a otro, mientras sus colmillos triangulares serraban los pocos cartílagos que aún resistían. El cadáver se hizo pedazos. El pez tragó y luego giró para continuar alimentándose. Su cerebro aún seguía recibiendo las señales de presa cercana. El agua estaba moteada con sangre y jirones de carne y el pez no podía distinguir por las señales lo que las producía. Atravesó una y otra vez la nube de sangre que se iba disipando, abriendo y cerrando la boca encontrando de vez en cuando algún bocado. Pero, por aquel entonces, la mayor parte de los trozos del cuerpo se habían di...