Tiempo de palabras

Imagen(*): Couleur (un querer ser con la metamorfosis de lo que permanece) Habrá que ir haciéndose al otoño, hay mucho que aprender de las ramas vacías, son promesas locuaces que anticipan una resurrección del verdear del sueño, también de la beldad de los vientos que mudan los trasiegos de las hojas. No son decrépitas señales, son la sabiduría que emerge de la más honda historia de la vida.  (Ay, si fuéramos capaces de mirar más allá de la visión sesgada de los ojos, si tuviéramos la calma de los árboles) No es desierto el otoño, es pascua, tiempo de fértiles latencias que apelan a los imaginarios naturales y a sus alquimias prodigiosas, esplendor que se anuncia con un apasionante colorido y un sendero crujiente por las plazas, pan recién horneado en el estío.  Como esquirol de los benditos ciclos, de las estacionales alternancias (entienda, en su mayor belleza, esquirol* quien estas líneas lee como voz catalana, que las palabras no siempre son lo que prejuiciosamente nos par...

  no era tan sólo el mar con su latido desacompasado,  de caricia en caricia rompiéndose en espumas cada orilla, era, en silencio, más allá del beso de las olas, la memoria de un pasado reciente negándose a claudicar como un olvido alguna vez, en esta misma playa, aconteció, sin conciencia ni alarde, la alegría (de naufragio en naufragio, he ido coleccionando, sin saber,  algunos oleajes invencibles)