Morir por nada

Imagen modificada(*): RichardMc

(4-4-2016)

Cuando despertó esa mañana, el gigante se encontró rodeado de unos hombrecillos a los que nunca había visto antes. Con su pequeña voz, casi imperceptible a tan grandes oídos, trataban de decirle algo que no alcanzaba a comprender. Pensó que, con toda seguridad, no hablaban su mismo lenguaje y no tenía sentido esforzarse en averiguar el significado de sus palabras. Dejó de prestarles atención pese a que ellos seguían ahí vociferando con insistencia. No sabía dónde estaba pero tenía la impresión de que algo, fuera de lo común, le había sucedido al paisaje a su alrededor porque todo lo que alcanzaba a divisar tenía una orientación distinta a la habitual, los árboles y las flores crecían hacia la izquierda de su campo visual y a su derecha todo parecía haber desaparecido. No lograba imaginar una explicación posible para tal hecho. Una repentina ráfaga de aire dejó entreoír unas palabras, que más bien parecían susurro, procedentes de los pequeños hombres que no habían dejado de hacer gestos en ningún momento: “Apresúrate a levantarte”. En ese instante se percató de lo que ocurría. No estaba de pie sino tumbado en el suelo y no conseguía explicarse cómo había podido llegar hasta ahí. Arrastrarse no era condición propia de un gigante, de hecho no recordaba haberse caído jamás. Sintió una inusitada preocupación ante la posibilidad de que otro gigante pudiera descubrirlo en semejante postura, pero qué podía hacer si la inmovilidad de su cuerpo lo frenaba para incorporarse. Al menos sentía el alivio de conocer su estado gracias a los insistentes acompañantes que, al parecer, articulaban palabras inteligibles. Con más claridad una nueva brisa le dejó oír algunas otras palabras: “El vacío se aproxima. Levántate y corre”.  En ese momento recordó que él venía huyendo desde muy lejos, de un lugar donde el vacío ya había matado a muchos y lastimado a otros más. Sin duda ése era el motivo de su circunstancia presente, estaba herido de ausencia y de muerte. Jamás hubiera imaginado que alguna fuerza natural o sobrenatural pudiera doblegar su extraordinario poder porque, hasta ese momento, nada había logrado abatir su colosal naturaleza…salvo la soledad y el desamor…el vacío del que hablaban los diminutos hombres, que sólo atacaba a los incautos corazones de los gigantes quienes, ufanos de grandeza, se habían olvidado de vivir…  



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