Deliberatio







Imagen(*): StockSnap


Los amorosos callan.

El amor es el silencio más fino,

el más tembloroso, el más insoportable. 

Jaime Sabines


I.

No seré yo quien te pida una prueba de vida. El tiempo ya fue grueso, abundante la tarde, para rumiar la voz que fue primero sed y luego, engullida la hoja, digestión dilatada que pudo dar amor, de haber querido, a las vísceras huecas con su despojo triste, ávido de ternura. Nunca supo el rugir de la entraña, incómodo y hambriento, qué quiso ser la brizna, recolectada y fresca, entre el tapiz dorado de mies en la campiña. Nunca la saciedad se hizo con el rito ni se cumplió el designio, el trueque que convierte la orgánica materia en nutrida verdad para el sacro deleite de la célula. 

II. 

Desnutrida la piel, sin energía, se va quedando apenas pálidamente estéril, incapaz de pedir nada a quien nada ha ofrecido. Exhausto al fin el vientre de vacío y de sombra, el cuerpo ya no grita, ni siquiera un lamento menudo se desprende del interno fugaz que poco a poco, débil, se deshace. 

III. 

Habría sido bueno reconocer el miedo, el deseo, el dolor, la necesaria piel que, a veces, hace falta. Por no nombrar el cuerpo, se confundió la vida de paisaje y fue a rodar desnuda al fondo de otro abismo. La pregunta amenaza con hacerse: ¿qué ha querido de mí, de este misterio mío, ese silencio tuyo? 


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