Reescrituras
Manual de supervivencia en tres pasos (indagación, constancia, refugio)
Te he sentido llorar: no sé a quién lloras.
Hay un humo distante,
un tren que, acaso, vuelve mientras dices:
Soy tu propio dolor, déjame amarte.
Luis Rosales
I.
Las lágrimas tienen un eco sórdido.
No es un simple lamento
el rastro de sonido que dejan en el aire,
es más quejido seco,
estrecho, que no deja lugar
por donde puedan transitar certezas,
algo de luz que ayude a descifrar
el centro del dolor,
menos, quizás, su origen.
II.
Demasiada es la bruma
que ha dejado la niebla
como humareda lenta, adormecida,
de una estación antigua
a la que ya no acuden
vagones ni viajeros
pero que aún respira,
con estertores frágiles,
el olor, los sonidos.
III.
A falta de ternura, buscar la mano pródiga en caricias, acudir al calor que deshace la nieve de tanto acontecer nefasto acumulado, burlar el temporal de este plazo inclemente, cuando los cuerpos vagan desangelados, rozando de continuo las desdichas.
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