Terquedad
Miguel Hernández
Despierto y sigue el hueco de ti
pegado con denuedo a mis rutinas,
un gran flujo de ausencia
que ni muda su paso ni desiste.
Es el nefasto signo de los días,
vivir en soledad tanta desgracia,
sin vislumbrar siquiera
algún buen manifiesto de intenciones
mientras duerme, suelta la pierna,
un ahora extensible, indefinido.
Y, no obstante,
en el jardín silvestre
de este abril confinado
las efímeras rosas
incansables suceden.
Cómo saber si son anunciaciones
portadoras de un presagio fecundo.
(Hasta ahora no había comprendido:
las esperanzas son tan pertinaces
como se dijo del rayo que no cesa)

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