Razones
Imagen(*): ArtSpark
Adoro la presencia
de la luz que la sombra quisiera haber cegado,
el rumor de mi sangre, la dulce incontinencia
del labio que otra carne quisiera sepultado.
Yo no pido disculpas por mi ser sin medida,
por mi ser oceánico, por mis ansias de vida.
Julia Uceda
Escribo porque hay líneas
frecuentemente frágiles
a las que se hace fácil
doblegar sin mesura
donde la tiranía en extensiones anchas
campa como una plaga
de mangosta impaciente.
Mi palabra persigue
desenredar el aire
que a ratos se hace turbio
insolente, holgazán.
Sé que no está de más
recordarme a menudo la veraz letanía:
el poema no salva, no redime,
no espanta los infiernos mundanos,
no socorre del hambre dilatada
ni evita que se imponga
a sangre delirante y a fuego despiadado
el poder implacable de las armas voraces,
sólo denuncia, clama por la justicia,
alienta –tal vez, no sé– cuando no quedan ya
ni valor ni coraje ni deseo que se precien
y las nieblas del mundo proliferan,
sólo palabras, sólo voz
para otras necesidades más profanas,
cuando se hace masaje
que serena y que nutre.
Escribo en los rincones
más esquivos, más sucios
quizá con el anhelo
de remover del fango
las flores enfermizas
que a las penas más duras
se empeñan en hacerle
desaires a la muerte.
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