Perseverancia


Pusimos en la fe la confianza ciega 

cuando era la voluntad 

la que escribía el parto de la fiebre,

ese trayecto incómodo

entre temblor y exudación del mal 

donde encuentra habitáculo el delirio 

de los alucinados que, amenazantes,

con sus míseras voces de señuelo

braman los infundios más zafios. 


Sin perder brújula ni vértice,

seguimos el flujo del poniente tenaz

con el instinto propio del ser vivo,

bogando en el sagrado plasma 

de lo humano.


Hubo clamor de hélices,

brumas,

intempestivas máculas 

espinas y furtivos 

conspirando en jauría 

nada más que desprecios,

nada menos que espantos. 


Pero que nada turbe 

el sueño de los justos,

la camaradería de los afines.

No existen óbices bastantes 

cuando se pacta 

con el favor del viento. 













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