Reescrituras
Romance de ciego
Primero, ciérralos unos instantes
y dentro de ti busca –en tu sosiego–
la facultad de ver.
y ahora ábrelos y mira.
Es enero ahí afuera, pero está
muy hermosa la vida esta mañana.
Cuánto sol en los álamos
que en trémulas hileras van creciendo
en esta vieja plaza
de tu ciudad. Un día y otro día,
durante muchos años,
a su lado pasaste y no los viste
ciego que dabas pena y que hoy, por fin,
de milagro has sanado y puedes ver
y en tu mirar te salvas.
La ceguera. Eloy Sánchez Rosillo
Tener ojos
no es signo de videncia.
¿Cuántas veces has tenido enfrente
el albedrío haciendo expresas señas
con sus dedos?
¿En qué calle se te cruzó el azar apenas
estrenado en la pasión sencilla del abrazo?
¿Dónde trazó el cielo sus veredas
anchas en la memoria reciente de las horas?
¿En qué andén te sorprendieron de nuevo
los vencejos que vuelan sin horario?
¿Qué mañana supiste que en el parque
de tu diaria travesía había un hombre
que hoy ya no existe?
Todo estuvo ahí mientras dormías,
de camino al trabajo.
Esta mañana, algún reloj antiguo,
apiadadísimo, tañía sus campanas
en las cuencas profundas de tus ojos.
Y ahora,
ahora ves el aire.

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