Tiempo de palabras

  La estrella vuelve a ser crisálida Josefina Magaña  No hay colofón. El tiempo no termina. Hay otro falaz comienzo de retoños inciertos, frágiles como besos al aire lanzados al vacío de un querer impreciso, sin hábitos ni propósitos, inconstante, rumor frío de invierno  cada fin de diciembre, con la esperanza esquiva al albur implícito de la incertidumbre.  El sol no se termina, sabe que alfa y omega no son principio y fin  sino eslabones engarzados de una cadena firme. Seguimos respirando la inercia de los días,  de peldaño en peldaño, bajamos o ascendemos,  anfibios del azar,  a merced de un presente tardío y un futuro sin nombre. La sed no se termina, sigue buscando el agua, así también el ciclo se prolonga salvo en la finitud del calendario.

No es fácil ahuyentar  la vacua necedad de la palabrería, la ventriloquía más cretina  la fechoría rebosada, la perfidia ambidiestra de una turbiedad tan numerosa  en su afán persistente de desatar mistrales y cajas de tormentas y Pandoras. Costoso es remover las toscas fauces de la depredación más vil pactada en contumaz concilio de remedos  de lo que no quiso ser porque no ha sido. ¡Pardiez!  Cuánto pulso hace falta, qué paciencia titánica, cuánta audacia y humor se necesitan para aguantar al clan de la comedia más rancia, más voraz y más obscena.   

He avanzado por la tierra, ya puedo ver el mar Pureza Canelo Hay rumores de vida, también cuando se otoñan los jardines y un declive de acacias sin verdura ni perentoria flor sonroja el horizonte de los parques  con avance imparable de los ocres hacia la soledad caduca de las ramas. No todo es precipicio, sin embargo,  hay caminos agrestes,  hay llanos,  hay cauces, que también son caminos, para los pies del agua. No descorazonemos, algo se podrá hacer con la reseca hierba,  baldía y más amarga,  de este campo en barbecho. 

Imagen(*):  RyanMcGuire Palabras Ascienden              hasta la lengua audaz Ahora        se acercan        las puntas de los tiempos Elizabeth Hulverson Sin vacilar, prestas las alas en los labios a liberar las sombras injertadas en el grotesco estruendo de las iniquidades y el escándalo nocivo, sin escrúpulos... Con la boca,  bien entrada en razón honrando la memoria de los que amanecieron sin justicia amasando sin término el coraje como el pan nuestro cada día... Y contra todo atisbo de indolencia, de inercia perezosa de temible pudor  proclive a condonar  lo peor del relato... ...el peso de la voz, de la conciencia en esta otra orilla tan amarga de la funesta crónica (mentira con mentira) que medra anteponiendo el odio a la decencia. La dignidad no es moneda de cambio. (*) https://pixabay.com/es/service/license-summary/

  «En la penumbra polvorienta pasan hoy S eres grises; con ojos asombrados Miran sin ver aquellos cuerpos duros Orgullosos...»   «El amor nace en los ojos.... La mirada es quien crea , Por el amor, el mundo...» «Como leños perdidos  que el mar anega o levanta Libremente...» Luis Cernuda   A veces pareciera liza perdida  cuando crece el fragor de la ceguera  y los labios se difaman a sí mismos con la fusta del miedo pronunciado, como si las bocas, de veras, quisieran renunciarte, como si no supieran a conciencia  que existes para que el mundo sea  todo lo hermoso que puede ser el mundo. A veces pareciera  que el amor no ha nacido todavía, encadenado al cuerpo permanece, sumiso a la tiranía de la costumbre. A veces pareciera, muchas veces,  que no te hubiera tocado parte alguna en el dispar reparto del albedrío. Y todo eso, de hecho, así parece  hasta que ruge con obstinado estrépito  la caudalosa fibra de tu orgullo. 

En el AMOR del mundo cabe un firmamento de bondades perpetuas a saber: los ritos ancestrales como pilar remoto del instinto  el silbo de las aves en la estación de cría, canto sagrado y alimento del bosque las noches de desvelo junto a un hijo febril o a una madre ya ajena al rostro y la presencia las hierbas milagrosas recomponiendo los hábitos perdidos el recorrido fértil del arroyo  el juego de la chiquillería futboleando con el clamor de un residuo metálico  la tierra removida por la azada la semilla crujiendo suavemente, abriendo paso al brote apasionado  la sacudida grácil de la cola del perro el peso de la lluvia en las cabezas y en la sed de las hojas la súbita sanación que entraña el buen abrazo el coro de vecinas, confiadas al fresco, en las interminables veladas estivales la rutina del mar arrastrando paisajes en la arena el corazón intrépido galopando en el llano sin descanso la brisa conversando con la espera  la vocación fecunda del maestro abriend...