Reescrituras




Imagen(*): FrankySyggy


Donde diga amor...

Como un gran poeta, la naturaleza sabe producir los mayores efectos con la mayor economía de medios: nada más que sol, árboles, flores, agua y amor. Por supuesto, si este último está ausente del corazón del espectador, todo el paisaje será una vista desagradable; entonces el sol tiene tan sólo unos cuantos kilómetros de diámetro, y los árboles proporcionan buena leña, y las flores se clasifican según el número de sus estambres, y el agua está húmeda.

Heinrich Heine


Gaia no precisa del verso, nos escribe el amor sobre las ramas que alteran su apariencia de una estación a otra, en el clamor del río, en transfiguraciones imposibles (de oruga a mariposa, prestidigitación insólita en términos humanos para nuestra conciencia limitada y nuestros torpes instintos) o en esa necesaria fotosíntesis por la que aflora vida y respiramos.

Al contemplar la natural alquimia, sin truco ni artificio, que mueve sin palabras el corazón del mundo, hallo por fin sentido a la arenga verbal, con sus contradicciones, de nuestro lenguaje al uso, pues donde se escribió "amor" conviene leer "miedo" a ser tan prescindibles, al contrario que el agua, el árbol, el prodigioso insecto y ese trasiego santo y clorofílico de verdor refulgente.

Tanta insignificancia nos irrita e inventamos inútilmente el modo de contener su a-versada elocuencia con falsas dimensiones y numéricas chanzas, con palabras inútiles que no logran dar cauce a su misterio.

Nuestra soberbia, entonces, herida y afrentada, truena contra Natura que, ajena al aquelarre, logra escribir "amor" y que se entienda "versátil colorido del otoño" sin vanidad ortográfica, sin poema.

y    

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